Juan Carlos Sepulveda

Negocios universitarios

En agosto del año 2005, comencé mis estudios universitarios en la Ciudad de Puebla de Los Ángeles (también de las cemitas).

Al igual que muchos estudiantes mexicanos, iniciaba una de las etapas más importantes de mi vida profesional y personal.

Un lunes de aquellos ayeres, arrancó como el de cualquier otro joven universitario. Deseoso de comerme al mundo en 10 minutos.

Alrededor de las 5:50 am. Después de un baño de campeón, un desayuno estudiantil «cereal» y pocas horas de sueño.

Me encontraba en la parada del autobús a la espera del famoso «Perimetral». Una ruta que recorría y cruzaba gran parte de la ciudad.

Según las instrucciones recibidas, tenía que bajar en la 31 pte, después tomar un segundo camión «Ruta10» que me dejaría enfrente de la que sería mi alma mater. Mochila al frente sin quitarle un segundo la mirada. Llevar “cambio/morralla” y mucho cuidado al cruzar la vía Atlixcáyotl (deporte extremo). Un recorrido aproximado de 40 minutos.

Transcurrió la primera semana aparentemente tranquila. Creo que fue la más «relax» de toda mi carrera.

El mayor reto de aquel entonces era cargar una laptop 24/7. Ubicar el edificio y aula. No perderte. Tatuarte y memorizar de por vida la matrícula asignada «A0109».

Sin duda era un “chavo” provinciano que se incorporaba a un nuevo y poderoso sistema educativo. Entre ellos, una plataforma que en aquel tiempo era muy sexy. Se llamaba «Black Board».

Hoy resulta normal pero en el año 2005, no era así. Black Board, era nuestra vida. Ahí, se concentraba todo el material de cada asignatura, evaluaciones, asistencias, notas, correos electrónicos del maestro, calendario escolar, apuntes, exámenes, PBL (Problem Basic Learning) y un sin fin de temas.

Otro espacio único era la biblioteca del Campus. Hasta la fecha recuerdo el silencio «único» que la caracterizaba en temporada de parciales y finales. El busto de Don Eugenio Garza Sada, nos daba la bienvenida y pasaba lista.

Justamente una tarde cualquiera de esas primeras semanas. Caminaba por la escuela de negocios y me llamó la atención un logo que alcancé a ver a lo lejos con las siglas «DAE» con un diseño y colores divertidos.

Minutos más tarde sabía que me encontraba en la Dirección de Asuntos Estudiantiles. Meses después se convirtió en una de mis «cuevas» universitarias favoritas.

En la DAE descubrí y desarrollé muchas habilidades que jamás pensé tuvieran un retorno de inversión al largo plazo, específicamente en 5 y 10 años.

Para quienes se pregunten qué tenía de mágico, es muy sencillo de explicar. La DAE agrupaba y coordinaba a todos los estudiantes que no solo querían estudiar.

Es decir, esos jóvenes que además de la carga académica, lideraban y formaban parte de grupos estudiantiles, sociedades y asociaciones de alumnos, organizaciones, artísticas, clubes, representativos, seleccionados, deportes y muchas otras actividades extra académicas.

Fueron cinco años en donde sin saberlo estaba haciendo negocios universitarios.

Estuve becado en una de las universidades más prestigiadas de México. No tenía derecho a más de 4 faltas en el semestre por materia. Si las excedía, reprobaba la asignatura automáticamente. No podíamos darnos el lujo de plagiar una tarea, texto, cita o copiar en un examen. Si eras temerario y lo hacías, eso significaba un «DA» (deshonesto académicamente). Nadie quería un título profesional con esa hermosa leyenda.

La exigencia y nivel de presión era alto. Debía mantener mi beca y buscar incrementarla semestre a semestre. No podía darme el lujo de perderla.

Por si no me bastaba, tuve la fortuna de liderar asociaciones y sociedades de alumnos durante toda mi vida estudiantil. Representé a más de 500 universitarios en diferentes momentos.

Recuerdo con mucho agrado la organización y coordinación masiva de todo un poco. Un grupo de estudiantes buscábamos aprender, divertirnos y agregar un extra que nadie nos pedía, solo sabíamos que estábamos hechos para algo más.

Gestionábamos patrocinios, donaciones, organizábamos conferencias, paneles, seminarios, ruedas de prensa, debates, expos, eventos, elecciones estudiantiles, comités, viajes, política, gobiernos, fiestas, comidas, y muchos más.

Tal vez, siga conservando el «invicto» por haber logrado ingresar a mi querida alma mater: una plaza de toros móvil, vaquillas, caballos y un mini espectáculo de charrería.

La cara del director del campus Puebla nunca la podré olvidar. En una de tantas reuniones con los directivos nos comprometimos a mantener el orden y la seguridad de los estudiantes. No fue nada sencilla la negociación. Cumplimos cabalmente.

Un par de argumentos ganadores nos abrieron las puertas. Logramos que más de 3,000 estudiantes conocieran un poco de la cultura y tradiciones de algunos estados como Tlaxcala, Veracruz, Tabasco, Chiapas, Guerrero, Puebla, entre otros. (ExpoTec).

Cinco años después, en la ceremonia de graduación fui el único de mi generación en recibir el Diploma de Excelencia a la Formación Integral (DEFI). Además, Mención Honorífica por distinguirme en mis estudios y en actividades extra académicas.

Este diploma es el máximo reconocimiento que puede recibir un estudiante de profesional que participó en actividades formativas reconocidas oficialmente en cada campus del sistema Tecnológico de Monterrey.

Muchas historias podría seguir escribiendo al respecto. Lo más importante es tener claro que en algún momento todos los puntos se conectan y el largo plazo confirma su poder una y otra vez.

Al parecer, el éxito es una cuestión de perseverar cuando los demás ya han renunciado.


William Feather

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